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Huracanes: qué son y por qué no pueden ocurrir en Santa Fe

La aclaración pertenece al investigador Ignacio Cristina, del Centro de Informaciones Meteorológicas (CIM) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL),

Aunque la tormenta del fin de semana en Santa Fe pareció más fuerte de lo común, seguramente la sensación se debe a la gran cantidad de información que circuló en los últimos días sobre el huracán Irma, que asola el Caribe y parte de Estados Unidos. Sucede que es mínima la posibilidad de que un fenómeno como ese acontezca en la región e incluso en el país: en nuestra latitud, si bien se pueden desarrollar sistemas de tormentas rotacionales, no llegan a tener la magnitud de los huracanes, ya que las temperaturas sobre la superficie del mar son más bajas de lo necesario para que se desencadene el proceso de formación. Los huracanes se forman por lo general en los cinturones comprendidos entre los 5º y los 15º de latitud, a ambos lados del Ecuador. Su trayectoria de desplazamiento es hacia los polos.

La aclaración pertenece al investigador Ignacio Cristina, del Centro de Informaciones Meteorológicas (CIM) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), quien agregó que los huracanes son tormentas violentas que se forman sobre los océanos tropicales con temperatura mayor o igual a 27ºC en su superficie y que se inician por la combinaciones entre una gran evaporación y la convección generada como consecuencia de dichas temperaturas y la presencia de un sistema de baja presión.

“Estos procesos originan extensas zonas de nubosidad que suelen formar cinturones de tormentas. No todos estos fenómenos llegan a ser ciclones o huracanes. Muchos desaparecen antes de alcanzar su etapa de madurez. Los huracanes están caracterizados por un centro de baja presión rodeado por bandas nubosas dispuestas u organizadas en forma de espiral que giran alrededor de su centro, el ojo del huracán, en sentido ciclónico, produciendo vientos y turbulencias de extrema violencia que sobrepasan los 120 Km./h”, expresó.

De acuerdo con el especialista y según bibliografía histórica, el término «huracán» tiene su origen en el nombre que los aborígenes mayas y del Caribe daban al dios de las tormentas y a los espíritus diabólicos. El mismo fenómeno meteorológico es conocido en la India con el nombre de «ciclón», en Filipina se lo denomina «baguío» o «baruio», en el oeste del Pacífico Norte se lo llama «tifón», «willy-willy» en Australia, «taino» en Haití y en la costa occidental de México se lo conoce como «cordonazo».

El “ojo” del huracán

Tal como mostraron las noticias estos días, el paso de un huracán provoca vientos, lluvias torrenciales, crecidas de ríos y mareas de temporal. Estas últimas son uno de los elementos a considerar, ya que cuando el fenómeno llega a tierra genera gran parte de los daños. Bajo el centro del huracán y debido a que las bajas presiones, se produce un efecto de succión, aumentando el nivel del agua. “La penetración sobre el terreno de esta ola de gran magnitud es función de la inclinación del fondo del océano en la costa. El denominado ‘ojo’ del huracán se forma en el centro del sistema y es allí donde se observa la menor presión atmosférica, es una zona de relativa calma. Las tormentas más fuertes y los vientos más intensos se encuentran alrededor de ese centro”, continuó Cristina.

Por otro lado, añadió, la disipación de un huracán ocurre cuando llega a tierra porque disminuye el aporte de humedad y el efecto de fricción de los vientos con el suelo produce una disminución de la velocidad del sistema o cuando atraviesan mares con aguas más frías. Son estacionales, la temporada de huracanes dura de junio a noviembre en el hemisferio norte y de noviembre a mayo en el océano Pacífico sur.

La vida de un huracán

Como todo fenómeno meteorológico, los huracanes también tienen un ciclo. De acuerdo con Cristina, contempla una etapa de formación, cuando el viento aumenta alrededor de un centro de baja presión, las nubes comienzan a formarse y la presión atmosférica en el centro desciende a los 1000 hectopascales (hPa). En una segunda fase, la de desarrollo o crecimiento, el viento continúa aumentando, las nubes se distribuyen en forma de espiral y se forma un ojo pequeño, casi siempre de forma circular, dentro del cual lo vientos son suaves y variables y no hay presencia de nubes. La presión cae en una pequeña área.

Pero seguramente la etapa más conocida, sobre todo por los efectos que produce, es la de la madurez de los huracanes, que es cuando el viento alcanza el máximo de velocidad pudiendo llegar a los 320 km/h. Es en este momento cuando el área nubosa se expande obteniendo su máxima extensión, entre 500 a 900 km de diámetro, produciéndose intensas precipitaciones. La contraparte de esa furia es el ojo del huracán, cuyo diámetro varía entre 24 y 40 km, un área calma con vientos suaves y libre de nubes. Finalmente, en el momento de la disipación el viento disminuye pero la lluvia intensa continúa. Las nubes comienzan a disiparse cuando el huracán se desplaza sobre tierra o se mueve sobre un mar de aguas más frías, es decir, cuando cesa su alimentación.

“La vida activa de un huracán desde la etapa de formación hasta su disipación varía de unos pocos días a algunas semanas. Los daños mayores son producidos por la tremenda presión del viento sobre las estructuras, sumada a las inundaciones provocadas por las intensas lluvias y las olas que penetran y azotan las zonas costeras. También hay un aumento del nivel del mar en la zona cercana al centro del huracán. Los intensos vientos del fenómeno ejercen fuerzas sobre la superficie oceánica y generan enormes olas que se propagan hacia afuera en todas direcciones. En algunos casos pueden detectarse como extensas marejadas, muy lejos del vórtice. Las olas creadas en el cuadrante lateral derecho (Hemisferio Norte) de la tormenta se desplazan en la dirección de ésta. Estas olas son las más intensas producidas por un huracán y pueden tener una velocidad de propagación de alrededor de 1.800 km por día. El arribo de marejadas fuertes puede ser indicativo de la presencia de un huracán que se aproxima, ubicado a 1.000 ó 1.500 Km”, detalló Cristina.

Clasificación

El Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos utiliza una escala para clasificar la intensidad de los huracanes y que fue ideada por Saffir Simpson, ex director del organismo. Según esa clasificación, los huracanes de categoría 1 poseen más de 980 hPa de presión, sus vientos oscilan entre los 118 y los 152 km/h, el oleaje de sus tormentas miden entre 1,2 y 1,6 metros y producen daños mínimos. Sin embargo, un huracán de categoría 5, la máxima de la escala, puede poseer una presión de 920 hPa, poseer vientos de 248 km/h, desatar oleajes de más de 5,4 metros y generar consecuencias catastróficas. Ya un huracán de categoría 3 produce daños importantes

“Un sistema tormentoso en rotación, en las regiones afectadas por huracanes, es una primera señal de la formación de un huracán, lo cual origina el seguimiento del sistema por medio de imágenes satelitales, radares y otros instrumentos, con el objeto de poder trazar en un mapa la trayectoria, evolución y deducir probables posiciones futuras. Se puede, de esta forma, dar el mensaje meteorológico conocido como ‘aviso de huracán’ a las poblaciones que estarían afectadas por su trayectoria”, apuntó el especialista del CIM.

Por qué Irma

Originariamente cada huracán se denominaba con el nombre del santo del día en que se había formado o había sido observado. Durante la Segunda Guerra Mundial se usó un código en orden alfabético para facilitar la rapidez de la transmisión. Posteriormente, en 1953, el Servicio Meteorológico de los Estados Unidos adoptó el uso de nombres de mujeres en orden alfabético y en 1978, a pedido de los movimientos feministas, fueron incluidos también en las listas nombres de hombres, usándose ambos alternativamente.

Cristina aclaró que es la Organización Meteorológica Mundial la que actualmente se hace cargo de generar las listas por períodos y se realizan para cada región donde ocurre el fenómeno. En este sentido, que el huracán que fue noticia en estos se días se llame Irma es una cuestión arbitraria. “Por eso podemos encontrar nombres chinos, coreanos, de origen polinesio, español o anglosajón. Cuando los huracanes son muy devastadores se puede solicitar que el nombre sea retirado de la lista. Dicho nombre no será usado por lo menos durante 10 ó más años”, finalizó el especialista.

Para el informe, Cristina usó datos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos y del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales Gobierno El Salvador.

Fuente: UNL.

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Redaccion
Redacción de Firmat24
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