
Por Lisandro Splivalo
Diego es de González Catán, provincia de Buenos Aires y su deseo de cumpleaños fue tener una “familia hermosa”.
Su historia no tardó y llegó a la gente luego que su mamá Daniela, filmó el festejo íntimo, en dónde se observó al pequeño feliz y agradecido. Pero, sin dudas, lo que más llamó la atención del encuentro son los simples regalos y la alegría inmensa al poder abrir cada uno de ellos. En una caja de color celeste y con dedicatoria el agasajado se encontró con una botella de coca cola, un paquete de papas fritas, lápices de colores, su alfajor preferido, pinturas, stickers y un par más de cosas sencillas que para él son importantes y valiosas.
La emoción y satisfacción del niño traspasó la pantalla e hizo furor en las redes sociales y produjo varios interrogantes sobre las diferencias que existen aún hoy en una sociedad consumista y bajo estrictas normas de funcionalidad.
En síntesis, el menor transmitió un claro mensaje y quedó demostrado que para ser feliz no se necesitan de grandes cosas materiales. Sin dudas, su familia, fue y es la responsable que esto suceda, producto de buena educación y grandes valores en la enseñanza inculcada a su hijo, para marcar de manera correcta los cimientos ante una comunidad que muchas veces lastima.
Por otra parte, el video también llegó al medio de la farándula local y uno de los más conmovidos y movilizados fue Federico Bal, hijo de Carmen Barbieri.
El actor, no dudo en mostrar sus sentimientos y accionó, siendo él mismo quien entregó en persona a Dieguito dos muñecos robot de Toy Story como regalo de cumpleaños. Por su parte, Federico, utilizó su cuenta personal y expresó que a veces en las “pequeñas acciones” está la felicidad.
En pocas palabras:La realidad actual nos deja en varias ocasiones enseñanzas de aprendizaje que hacen movilizar los sentimientos más profundos de los seres humanos. Ver a veces la realidad de otros, nos hace volver a pensar si estamos bien parados en la vida y cómo actuamos frente a los demás. Sin dudas, un simple video familiar nos hizo exponer nuestras emociones a flor de piel y dejarnos a la vez varias preguntas en nuestra mente sobre nuestro accionar diario.
Poder entender al otro y más aún ponernos en su lugar, en diferentes circunstancias cuesta. En la cotidianeidad y frente a una sociedad con estándares marcados y limitados, muchas veces y casi nunca nos preocupamos por el de al lado. Vivimos pendientes de llegar primeros y ver quiénes ocupan los primeros puestos, ya que ello «supone la consagración» entre los mejores. Es decir, ese accionar lo vemos reflejado en muchos ámbitos (laboral, social, político, económico), marcando divisiones entre los individuos que se agudiza cada vez más.
¿No será momento de empezar a cambiar esa estructura vieja que nos van dejando nuestros antepasados cómo legado, y así volver a construir una sociedad evolutiva en donde los valores y sentimientos sea lo primordial en la vida humana?