La convivencia dentro de un barrio nunca termina siendo del todo grata. No porque el barrio cargue con la responsabilidad de no conformar a la gente, el barrio no es capaz de asumir culpas, sino que la gente misma es la causante de la discordia. El mayor inconveniente radica en el vecino. El hogar está rodeado de vecinos con los cuales en su mayoría se logra entablar una cierta amistad o, simplemente, un pacto de cordialidad. Sin embargo parece que es ley tener un vecino jodido con el que nunca se llega a un acuerdo, jamás hay un consenso de ideas; en consecuencia, todo lo que realiza cae mal. El ego propio de los individuos incita a la provocación de querer demostrar superioridad, de exponer ante la vecindad cada acto realizado de manera inmediata, por el mero hecho generar envidia en ese vecino repudiado. La convivencia se altera al momento de mirar al frente.
El momento de mayor tensión es cuando toca enfrentarlo para definir un hecho importante. El destino parece tenerle preparado a las personas episodios de incomodidad, y encontrarse cara a cara con el sujeto indeseable es uno de ellos.
No hay escapatoria, solamente respirar hondo y encarar la situación. El orgullo será el trofeo en disputa.
Firmat FBC y Argentino deberán verse las caras en un duelo crucial, en una eliminatoria de vida o muerte. Los dos vecinos más importantes de la ciudad estarán frente a frente en un hecho sin precedentes: la Copa Interligas será la causa para que uno de los dos imponga su orgullo y salga a exponerlo ante la sociedad como la presea más preciada.
La Liga Deportiva del Sur y la Liga Casildense se unen en un torneo de eliminación directa con formato de ida y vuelta, el cual comenzará entre el 12 y el 14 de febrero con todos los clásicos barriales. El barrio firmatense quedará dividido en dos: por un lado estarán los celestes, y por el otro se encontrarán los rojos. Cuatro años más tarde (Firmat FBC derrotó a Argentino 1 a 0 como local con gol de Emiliano Aramburu y accedió a la final de la temporada 2012) uno de los vecinos humillará al otro, y el hecho quedará grabado para siempre en la historia.
Ambos trabajan en silencio con la vista puesta en el momento decisivo. Piensan en tener la mejor artillería posible para que la propuesta sea convincente y deje sin respuestas a su contrincante. Asimismo, como todo vecino envidioso, ninguno pierde de vista lo que sucede en la vereda de enfrente. Los rojo movieron las primeras piezas del tablero sumando varios refuerzos. Rápidamente los celestes retrucaron incorporando algunas caras nuevas. Parece que en el barrio ninguno quiere ser menos. Cuando la convivencia con el vecino está marcada por los egos, se hace lo imposible por sobresalir. El problema surge por mirar al frente.