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OPINIÓN: ¿Por qué nuestros niños deberán seguir adentro?

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La algarabía duró poco, solo unas horas. El sábado a la noche, el presidente anunció que se permitiría a todas las personas una salida diaria de no más de 500 metros alrededor de los hogares. «Para airearse un poco» dijo. No obstante, aclaró que la medida debía ser refrendada por los gobernadores quienes se harían cargo de su implementación y cumplimiento.

Casi un día después, y en medio de una creciente expectativa, se conoció la voluntad del gobernador de no permitir dichas salidas en las grandes ciudades. Decisión que comparto debido al riesgo sanitario que se correría al permitir más movilización de personas en puntos donde aseguran que existe circulación comunitaria del virus. Respecto a las localidades más pequeñas, explicó que la decisión se tomará luego de evaluar los parámetros epidemiológicos y de densidad poblacional de cada lugar mediante los comités departamentales.

Así que, por lo menos por estas horas y hasta que se decrete lo contrario, no se podrá salir a dar la esperada «vueltita» anunciada por el presidente.

Entre los que aún deben permanecer adentro se encuentran los niños, quienes forman parte del grupo etario que menos riesgo físico corre ante la pandemia. Una medida que, sin juzgar la política de salud pública llevada adelante en los diferentes niveles estatales, parece un tanto exagerada para comunidades donde hay pocos o ningún caso de coronavirus. Una postal muy distinta a la que se puede ver en las ciudades con más habitantes y con cuyos datos nos bombardean continuamente los medios de comunicación nacionales.  

Por estas horas, los niños cumplirán 40 días sin salir de sus casas. Una cifra que representa mucho más de lo que dice: son 40 días sin sus rutinas, sin ir a la escuela, sin ver a sus amigos, sin practicar deportes, sin interacción social física más allá de la que tienen con su familia conviviente. Una cuarentena en la que son afectados por los mismos sentimientos de incertidumbre que invaden a los adultos y que los encuentra -en su mayoría- con menos herramientas para procesar emocionalmente lo que están viviendo.

40 días en que se quedaron sin escuela pero en los que tienen clases con sus padres devenidos en docentes. Situación en donde se viven momentos de tensión y confusión que generan más de un mal trago para todas las partes. 

El reconocer su aguante por las redes sociales está bueno, el aplaudirlos por su compromiso está bueno pero creo que es tiempo de dar un paso más. Obviamente que con todos los recaudos sanitarios que la ocasión amerita y solo en las comunidades donde, al momento de hacerlo, su salud no corra peligro. Algo que con responsabilidad, buena voluntad y coordinación debería ser posible.

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Natalia Amaya
Periodista y docente del área Comunicación.
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