El anuncio realizado por la presidenta Cristina Fernández sobre la aprobación comercial de la soja resistente a la sequía es una noticia de alto impacto para la Universidad Nacional del Litoral (UNL), pues pone en boca del país y del mundo un desarrollo que germinó en el interior de esta casa de estudios, e involucró a un grupo de investigadores del sector público y privado.
Las semillas con tecnología HB4 que pronto saldrán al mercado, surgieron de una investigación realizada por un equipo liderado por Raquel Chan, quien a fines de la década del 90 identificó al gen Hahb-4, responsable de activar la respuesta de las plantas ante situaciones de estrés hídrico. Más de quince años después, con tres patentes UNL-CONICET aprobadas, y más de diez años de pruebas a campo, el mundo podrá acceder a esta tecnología que permite producir plantas más tolerantes a la sequía y la salinidad de los suelos, y con una producción promedio 15% superior a las variedades comerciales existentes.
El anuncio fue realizado por la presidenta en el marco de un acto por el Día del Camino y del Trabajador Vial, que tuvo lugar en Tecnópolis. Durante el acto, la primera mandataria entregó diplomas de reconocimiento a los investigadores que participaron en el desarrollo de soja resistente a sequía, así como también a un equipo que desarrolló un cultivo de papa resistente al virus endémico PVY (Potato Virus Y). En ese contexto recibieron su reconocimiento Raquel Chan y Gerónimo Watson, responsable de Indear y del proceso de desarrollo del evento y su desregulación.
Biotecnología, economía y sociedad
En su discurso, la presidenta valoró la aprobación de cultivos nacionales biotecnológicos desarrollados por científicos egresados de la Universidad pública, nacional y gratuita. “Ellos nos permiten ingresar con la aprobación de este evento biotecnológico como es la primera soja del mundo resistente a sequía y el cultivo de papa resistente al PVY, que es un virus endémico que puede causar pérdidas económicas de hasta el 80%”, dijo.
Asimismo, destacó que estos desarrollos son producto del trabajo de investigadores argentinos. “Son científicos del CONICET, profesores de nuestras universidades, asociados con empresas nacionales que producen estos dos eventos tecnológicos que nos permiten ser el sexto país en el mundo que produce este tipo de eventos para ayudar a la agricultura, junto a Brasil, Cuba, Indonesia, China y Estados Unidos”.
El rector de la UNL, Albor Cantard, sostuvo que la liberación de estas nuevas semillas es fruto del trabajo de muchos años del equipo de la Dra. Chan e Indear, la empresa de investigación y desarrollo de Bioceres. “De alguna manera, esta trayectoria viene a ilustrar la importancia del rol de la Universidad en el surgimiento y el cobijo a líneas de investigación nuevas, que una vez que se desarrollan, siguen un derrotero más independiente, constituyéndose, como en el caso del IAL, en un instituto de doble dependencia con el CONICET”, dijo.
El rector resaltó a su vez el rol de las facultades en este proceso. “Las Unidades Académicas, en este caso particular la FBCB, son claves en la incubación de grupos de I+D. Estos grupos, que al inicio pueden ser de muy pocos investigadores e investigadoras, y contar con un enfoque más básico, llevan adelante una labor de alta calidad y con una gran rigurosidad metodológica y científica, que luego puede dar lugar, como en este caso, a la consolidación de una línea de trabajo, a la producción de conocimiento de frontera y a la transferencia de tecnología de enorme impacto”. Seguidamente agregó: “si bien el caso que nos ocupa es excepcional por muchos motivos, por la importancia económica del desarrollo, por el impacto que tendrá en la sociedad argentina y de otros países, a la vez es el camino habitual que se abren muchos grupos de I+D a partir de su trabajo en la UNL y es el que estamos dispuestos a proseguir».
Del laboratorio al mundo
La tecnología que hoy se libera para salir al mercado es el resultado años de investigación, esfuerzo y recursos puestos en juego, que comenzó en 1992 cuando Raquel Chan retornó al país luego de completar su posdoctorado en Francia, en el Instituto de Biología Molecular en Plantas de la Universidad Louis Pasteur. La investigadora, que en ese momento desarrollaba sus actividades en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), comenzó a investigar cómo las plantas respondían a las condiciones ambientales y a estudiar los llamados “factores de transcripción”, las proteínas que regulan estas respuestas de las plantas.
Luego de diez años de ensayos, y ya siendo investigadora y docente en la UNL, en 2002 el equipo de trabajo de la Dra. Chan publica un trabajo de caracterización funcional del gen Hahb-4 identificado unos años antes. Los resultados obtenidos con la planta modelo Arabidopsis thaliana indicaban que el Hahb-4 estaba involucrado en la respuesta de las plantas al estrés hídrico (falta de agua).
Dos años después se logró la primera patente, cuya titularidad es conjunta entre la UNL y el CONICET. Ambas instituciones se asociaron con la empresa argentina Bioceres, que recibió la licencia para desarrollar pruebas a campo, y en 2012 llegó el segundo gran avance, con la tecnología HB4, realizada con un gen de la familia del Hahb-4. A diferencia de otros desarrollos transgénicos, las plantas con HB4 no ven afectada su productividad ante la falta de factores estresantes. Por el contrario, los cultivos que cuentan con esta tecnología aumentan su rendimiento tanto en condiciones normales como adversas, en porcentajes que van de 1 a 25% por sobre las variedades comerciales. Esta tecnología fue probada en cultivos a campo y con el anuncio de hoy supera todas las normas regulatorias para ser lanzada al mercado.
La dimensión de este desarrollo cobra relevancia si se piensa en que los cultivos de especies como soja, maíz y trigo no sólo constituyen la base alimenticia de millones de personas, sino que son cada vez más utilizados para generar energía. Según datos de la FAO, en los próximos 30 años, sólo podrá extenderse en un 12% la superficie cultivable, situación que hará crítica la demanda de cultivos más productivos y menos proclives a sufrir el impacto del cambio climático. En este contexto y con una población mundial en constante crecimiento, el desarrollo del HB4 cobra una relevancia estratégica.
Este hecho fue destacado por la presidenta durante sus palabras. “En el año 2050, con 9.200 millones de habitantes como se estima, vamos a necesitar un 75% más de los alimentos que produce el mundo. Por lo tanto, generar estos eventos biotecnológicos que nos alejen de las sequías y las plagas para producir más, hace que estos sean no son solo eventos tecnológicos sino económicos y sociales, que van a permitir producir más y mejores alimentos para toda la humanidad”, concluyó Fernández.