Es un modo que avanza rápido en la sociedad, cuyo principal objetivo es obtener dinero a cambio de engañar a las personas mediante la averiguación de datos, para tomar el control de accesos y así realizar cualquier tipo de operación. En la actualidad, se considera como uno de los delitos que afectan la confidencialidad de información íntima, donde la mayoría de las víctimas no recuperan lo robado. 

Es una modalidad que se aplica de manera fácil y rápida para adueñarse de saldos bancarios, redes sociales y hasta llegan a efectuar transferencias de cajeros automáticos para derivar los fondos. Ante estos hechos fraudulentos no hay mucho conocimiento, pero lo cierto es que los delincuentes están renovados y a la espera para ejecutar un nuevo ataque. 

Algunas de las metodologías empleadas para realizar las operaciones son varias y las más comunes son: envíos de correos electrónicos de supuestas entidades financieras o llamadas telefónicas para adquirir claves personales. Como consecuencia de esto, los perjudicados se encuentran con créditos a su nombre, transferencias o incluso compras que no fueron efectuadas por ellos mismos.

También, otras formas de ejecutar estos procedimientos son a través de diferentes canales de comunicación como Facebook e Instagram. Es así que detrás de un “falso asesor”, con una imagen ejecutiva en su portada atraen a los usuarios, de manera tal que no dan cuenta de estar en manos de estafadores.  Por consiguiente, hay quienes no están alerta sobre dichos fraudes y caen en la trampa, la cual genera daños que muchas veces no tienen vuelta atrás.

En conclusión, cabe decir que hoy los avaneces tecnológicos corren contra reloj, siendo necesarios para el accionar diario de la humanidad. Sin embargo, no sólo en el contexto actual los trabajadores utilizan lo digital para desarrollar sus tareas en sus hogares, sino también, la nueva virtualidad llega a ladrones cibernéticos actualizados en la materia.